SOBRE "EL ORIENTAL" Y "EL AMOR Y EL PEREGRINO"

Por Pablo Franco (Programa de Usinas Culturales - Ministerio de Cultura Uruguay)

Toda construcción poética es un viaje y su autor siempre un peregrino, un ser que llega trazando un camino a lugares distantes y extraños, lugares sagrados y únicos, lugares reales pero mágicos. Y aunque parezcan ajenos siempre serán propios porque  él mismo, su ser, su arte, su entusiasmo de creador  es un lugar en sí y es él, con su construcción poética  y con su experiencia de camino y necesidad de caminar quien lleva todos los lugares en los que estuvo al lugar al que arriba. Porque aunque distantes y extraños, sagrados y únicos, reales pero mágicos, todos los lugares son un solo lugar al mismo tiempo, un espacio en el que confluyen tradiciones y sueños, anhelos y esperanzas, artificios y memorias, costumbres y señales de eternidad. Para el peregrino esa llegada se transforma en motivo de celebración porque aunque se llegue a un lugar nunca antes visto en esta vida seguro fue harto conocido en otra u otras,  llegando así siempre inevitablemente a un lugar ya incorporado, familiar, querido; tierra de otras experiencias vitales que transforman al peregrino en un auténtico romero de muchas vidas. Con él va también el amor en su valija, en su alforja.., el amor, su último norte. El amor a esa tierra, el amor por esas costumbres, el amor por su arte que le desvela hasta no verlo plasmado en poesía, en pintura,  en epístola, en música, en mensaje celeste. El amor por una mujer. Una mujer que es una y muchas al mismo tiempo, porque cuando un hombre o una mujer aman esta y este se vuelven todas las mujeres y todos los hombres amando a través de los tiempos y a través de los espacios que habitan, espacios que confluyen infinitamente dentro de uno mismo.

 En Alvaro Márquez confluyen con pasión, firmeza, entusiasmo, determinación, encanto y numen esos amores que se vuelven abrazo fraterno hacia los pueblos nativos, interminable abrazo que cruza desde el Uruguay hacia el Ecuador, desde Montevideo a Quito pasando por Tacuarembó y llegando a cada rincón tangible de la tierra americana. Y ahí están la causa indígena y sus reivindicaciones históricas y ahí está el costado solidario y responsable del canto vivo que crea y procrea y cree descarnadamente en el sueño posible y alto, antiguo y presente que cubre el universo americano y sus colores y sus sabores y sus olores y llantos vueltos lluvia que alimentan cañadas y arroyos y ríos y mares y océanos de ojos y oídos y voces hermanadas.

En una librería de Piriápolis encontré  Aire a Dylan de Enrique Vila-Matas y por alguna razón oscura y perdida o quizá sencilla y cristalina me acordé de Álvaro y su “aire a Victor Heredia”. A fin de cuentas mi visita a Piriápolis tenía que ver con él y aunque no lo encontré por allí él allí estaba y por todos lados estaba su poesía y su música y el rastro del polvo de los caminos que cruzó por nuestra América Latina creando, cantando,  amando. Estaba en los personajes del libro y las obras que allí se mencionan como Hamlet o algunos filmes hollywoodenses y, en los lugares que el libro citaba y recorría como Barcelona o Suiza y entonces por culpa de Suiza recordé a Borges para encontrar de nuevo a Álvaro como en un Aleph, no ya de imágenes sino, de música y palabras, o amanecer con su luz en un jardín de caminos con mil brazos e infinitos rumbos. Y entonces pensé que allí como uno de los personajes-narrador del libro convertido en su padre adolescente yo podía ser el mismo Álvaro en simbiosis eterna, inmaterial, sagrada.

Pensé luego también que quizá mientras amaba a mi mujer con solo mirar sus ojos al caminar por la rambla de Piriápolis yo era Álvaro en la altura de Quito amando a la suya o en Salvador de Bahía o en alguna otra playa o malecón, desierto, monte o selva, ciudad, pradera, puerto, caserío, arroyo, aldea de la extensa, basta, colorida y sedienta América.

Siempre digo quizá porque la duda tiene su espacio y es necesaria para seguir creando y buscando en ella la inspiración; inspiración  que llega como pregunta persiguiendo siempre una respuesta clara, reveladora. Pero están también las certezas esperando el recibo del otro lado. Mis certezas con respecto al arte no fallan nunca y por eso son certezas, casi leyes que me hacen no pisar en falso. La más clara es entender que cuando una pieza me inspira a crear se trata legítimamente de una pieza de arte auténtico, genuino porque, son el arte y los artistas aquellos que más me inspiran a crear. Otra certeza viene de la mano de lo insaciable. Cuando, a pesar de estar completo, quiero seguir escuchando, mirando, consumiendo la pieza y aun así me queda espacio para algo más, allí está lo auténtico también. EL AMOR Y EL PEREGRINO me dejan lleno pero con ganas de más y hacen que me pare de puntas sobre un lápiz y un papel para volcar algo bueno y feliz y grande, algo que valga la pena de ser volcado.

En cualquier caso y finalmente, la voz de Arlett Fernández cruzando de lado a lado las distancias y surcos del AMOR Y EL PEREGRINO y reverberando sueños y pasiones, misterios y revelaciones, miedos y nostalgias, fantasmas y artilugios me hacen ser todos los hombres al mismo tiempo sin perder mi orillo particular, original y me hacen llegar al mismo lugar en que convergen las raíces de lo que somos y también del arte. Hacen que quiera una y otra vez volver a llegar. Hacen que nunca esté solo mientras recorro junto al peregrino los caminos caudalosos de sus anhelos portentos, guiado siempre por supuesto, por la presencia única y certera del altísimo Amor.

"El Oriental" Álvaro Márquez por Jennie Carrasco Molina 
(Periodista – Escritora ecuatoriana)

Un hacedor de milagros

Exquisito artista multifacético, desde la profundidad de su poesía, desde la telúrica conexión con la Pachamama y con el Todo, se entrega entero y reparte su voz, su música, la cadencia de su ser. Viajero de ciudades y campos, sus pasos anuncian la rebeldía como “un acto de amor hacia la vida”. Su sensibilidad echa raíces en América Latina, es alas, viento, expresión única de una existencia que se despliega desde sus pies peregrinos. Incansable, el horizonte para él es infinito, norte y sur lo contienen y él, a su vez, contiene a todos en su inmenso abrazo.

Tiene para dar y repartir a raudales. Su canto, sus manos, su corazón capaz de convocar, de reunir y aglutinar, se vuelven uno en los trazos del mundo que, minucioso, dibuja, hombre sin tiempo, caminante cuyos ojos miran más allá del frágil envoltorio de las cosas. Su mirada está llena de caminos, de teatros, calles y gentes. Que continúe trayendo su bagaje de arte y de vida, que siga haciendo el acto de magia para envolver a los públicos diversos con su encanto de hacedor de milagros, con su palabra que es energía y poder.

“El Oriental” por María Judith Hurtado (Premio Nacional “Manuela Espejo”- Ecuador)

Ver realizar a alguien, un sueño acariciado por ti mismo  hace mucho tiempo, es una alegría indescriptible porque confirma tu Fé en la Vida: no era una vana ilusión lo que latía en tu corazón, era una semilla que el Infinito estaba lanzando sobre la  Tierra, para que, quienes tienen abierto el corazón y la conciencia, las reciban y las hagan crecer en su propio interior, y en los pueblos que aproximan.

Eso es lo que me pasó al ver manejar al “ORIENTAL” Álvaro Márquez su escena interartística tendiendo puentes interculturales, enlazando personas, grupos, instituciones con su testimonio de vida de “Juglar Planetario”.

Sentirse en su casa y con sus hermanos, en cualquier rincón de la Tierra, tratar con cariño verdadero a quien acaba de conocer, es una experiencia vital que el contagia, desde el escenario presentando sus temas escogidos, siempre de talla continental, con los que intenta tocar no solo tu memoria sino tu condición de itinerante cósmico.

Historia, poesía, canto, ética, esperanza de una vida armoniosa y llena de belleza para la humanidad, es lo que presenta trazando surcos junto a las raíces, para descubrir los orígenes de muchas manifestaciones culturales, que nos hacen ver a la humanidad como una sola familia: es lo que disfrutas cuando este “Mago de la Cultura” realiza su “ceremonia” ante tus ojos asombrados. El sacude de la inercia, te invita a descubrirte.

Orientar hacia un mismo punto de luz a músicos, escenógrafos, bailarines, teatreros, cantantes, sumergidos en una misma identidad planetaria y con las generaciones pasadas, que respeta y valora revelándonos la diversidad como la riqueza multicolor de nuestros campos y la alquimia de todos los elementos de la tierra y en el cuerpo humano. Nos eleva a otra dimensión.

No es solo la corriente común que acontece en la psicología de masas, entre quienes asisten a un mismo espectáculo, es el “sentirte sumergido en un mismo núcleo de conciencia comunitaria”, dentro de un CIRCULO SAGRADO, donde logra hacernos sentir que podemos vivir en paz y en fraternidad. El proceso artístico que “El Oriental” propone, te posibilitó TRASCENDER las sombras que te rodean

La semilla sembrada en su espíritu al descubrir su Vocación para “tender puentes”, desapegarse de orillas y corrientes, bendecir la vida al darle sentido con el arte global y a la vez contemplativo de lo pequeño que pasa desapercibido para la mayoría de gente, es lo que nos muestra de cuerpo entero a este hermoso ser humano que en su Universo Interior descubrió y promueve la UNIDAD, el placer del Servicio desinteresado y fundamentalmente el reconocimiento de los méritos de los demás.

En el “Oriental”, el Infinito nos regaló un espejo y una puerta hacia El TODO.

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